El arte de la navegacion y la importancia de las estrellas

15 Nov 2015

From the OSR Blog

La historia nos cuenta que en la época del descubrimiento de América, primero los portugueses y después los españoles entendieron que la seguridad en la navegación no era lo bastante suficiente como para surcar los mares.

Al mismo tiempo en el Nuevo Mundo, la financiación de los gobiernos europeos promovió el estudio de nuevas materias científicas, como la astronomía, gracias a la cual se pudieron mejorar los problemas que surgían durante las travesías coloniales.

Los albores de la navegación: el conocimiento de los astros

Al principio, como medio de orientación, los navegantes tomaban la costa más cercana, ejecutando travesías muy cortas. Pero con el descubrimiento del Nuevo Mundo, se hizo necesario realizar viajes marítimos siempre más largos y pronto la costa dejó de ser el único punto de referencia. Pues, se empezaron a utilizar las estrellas más brillantes en el cielo, para tratar de adivinar la ubicación del buque en los inmensos océanos, y el rumbo de seguir.

De esa manera todo el sector de la navegación, desde sus albores iniciales, pudo experimentar una fase de desarrollo sin precedentes, llegando a ser una verdadera materia científica de estudio. Entre los antiguos procedimientos que se aplicaban para determinar la posición de la estrella Polar, había unas reglas conocidas como «Regimiento del Norte». De hecho, éstas permitían conocer donde se situaba la Polar observando la posición de otras estrellas cercanas llamadas «Guardas de la Polar». Otro método usado por los marineros para ver la estrella del Norte, era imaginar en el cielo un hombre con los brazos cruzados. Estos conocimientos, muchas veces rudimentales, dieron lugar a la creación de instrumentos como el nocturlabio, utilizado para conocer las angulaciones entre la Polar y sus Guardas.

Pero la Polar se necesitaba también para calcular la latidud, y muchas veces surgían dificultades con respecto a este propósito, ya que la estrella solo se podía observar de noche y su posición no era útil en las navegaciones que seguían la ruta del ecuador.

Para enfrentarse a estas situaciones, pronto aparecieron las tablas de declinación solar, que los marineros usaban junto con las reglas del «Regimiento del Norte». Una vez medida la declinación del Sol, ésta debía sumarse o restarse a la distancia cenital obtenida, es decir, la distancia angular del astro con respecto al punto más alto del cielo. Con el fin de desarrollar todas estas operaciones de medición, al principio se utilizaron instrumentos tradicionales y con el pase del tiempo se intentó fabricar objetos más precisos.

Entre ellos, el cuadrante náutico que era de derivación árabe, no tardó mucho tiempo en ser sustituido por el astrolabio que se usaba en los buques. Pero, también estos objetos pronto mostraron su desventajas ya que su utilizo era complicado en situaciones de borrascas. Fue el momento de la ballestilla que se afirmó como el primero instrumento verdaderamente útil en la medición de alturas desde el mar. Pero como otros objetos anteriores, incluso ésta cayó pronto en desuso para dejar paso quizá al objeto más longevo para los marinos, es decir, el cuadrante de Davis, utilizado en los buques hasta el siglo XVIII.

En el siglo XVI la navegación experimenta una situación bastante estable, ya que la ruta de las naves se conocía por medio de la aguja magnética y de los mapas y la latidud siguió estimándose gracias a los conocimientos astronómicos. Este nuevo método de navegar promovió el surgimiento de los nuevos mapas, que presentaban trazados en el papel los meridianos y los paralelos.

Con la expresión «echar el punto» se comenzó a indicar la posición del buque sobre la carta. Para establecer ese punto se determinaban tres puntos distintos: el «punto de fantasía» que consideraba la distancia recorrida por la nave y el rumbo de la misma; el «punto de escuadría» que tomaba en consideración la latidud astronómica, y en fin el «punto de fantasía y altura» que tenía que ver con la latitud medida y la distancia recorrida.

De las faltas de algunos instrumentos a la navegación como materia de estudio

A pesar de estos métodos, los errores de los marineros durante la navegacíon no eran infrecuentes. Dependendo de los instrumentos utilizados, los navegantes seguían a menudo las indicaciones de la aguja magnética, pero pronto se descubrió que su funcionamiento no siempre era correcto, ya que influía en esta no sólo la situación geográfica sino también las condiciones del tiempo. Los errores afectaban incluso la medición de la latitud, muchas veces aproximada, y de las informaciones incorrectas sobre la declinación del Sol. Pero, los marineros solo podían disponer de estos datos y en ellos se basaban a pesar de sus faltas.

Además, a menudo las cartas empleadas en la navegación no eran precisas y los conocimientos astronómicos de los marineros eran básicos, lo que hacía de este menester uno de los más inseguros y arriesgados.

Con el pase del tiempo, y sobre todo durante 1500 y principios de 1700, en los países con una importante tradición náutica, se decidió instituir centros de formación y estudio para los marinos. En estas escuelas se adoctrinaban los futuros pilotos sobre el conocimiento de materias científicas, como la geometría, la astronomía, el uso de la aritmética, y, en algunos casos, el enfrentamiento de situaciones peligrosas que podían ocurrir durante la navegación. Por lo que se refería a la astronomía, los navegantes aprendían el uso de tablas y de reglas que tenían que aprender de memoría ya que eran fundamentales para conocer, a partir de ellas, su posición en los océanos por medio de la altura de algunos astros, de la distancia recorrida y del rumbo de la nave.

Mientras tanto, en el siglo XVI, se desarrollaba el estudio de la astronomía náutica, tomando su autonomía y diferenciación de la astronomía terrestre. Los estudios científicos y astronómicos se convierten en asuntos fundamentales y casi exclusivos para el sector de la navegación con el propósito de mejorar los conocimientos en esta actividad.

La matemáticas y los estudios geométricos empiezan a constituir una prerrogativa imprescindibles en el arte marinera, ya que muchos cálculos de la latitud se basaban sobre mediciones y dibujos geométricos. Sucede que la navegación se afirma como ciencia, incluyendo en su interior formulas trigonométricas y complejos cálculos para determinar la posición de las naves.