Nuestro sistema solar y sus planetas: Mercurio

29 Feb 2016 - Etiquetas:

planeta mercurio

Mercurio es uno de los planetas más pequeños de nuestro sistema solar y lo que se encuentra más cerca del Sol. Se le define también como planeta terrestre o interior porque formado principalmente por silicatos.

Hasta hace poco tiempo no se conocía mucho sobre su origen y formación. De todas maneras, se han enviado en los últimos años sondas de nuestra Tierra con el fin de analizar mejor su estructura y superficie.

En el pasado se creía que Mercurio presentaba el mismo lado de su cara al Sol, lo mismo que pasa entre la Tierra y la Luna, y eso significaba que el periodo de rotación del planeta concidía con su traslación, es decir ochenta y ocho días. Sin embargo, con el envío costante de radar alrededor de Mercurio, se ha logrado entender que su rotación es de 58,7 días.

La traslación de Mercurio, en cambio, es de casi cuarenta días terrestres. Puesto que los dos periodos no coinciden se habla de resonancia orbital. El planeta azul tiene una órbita inferior a la de la Tierra y por este motivo pasa a menudo delante del Sol, hecho que se conoce como tránsito astronómico.

Estructura de Mercurio

Mercurio tiene una superficie parecida a la nuestro planeta. El suelo es rocoso y sólido y por esto se diferencia de los planetas gaseosos. Su materia consiste por un 70% de materiales metálicos y el resto está constituido por silicatos. Es el segundo planeta por densidad después de la Tierra y su masa nos puede ayudar para conocer los detalles de su estructura interna.

La alta densidad de nuestro planeta es debida principalmente por la compresión gravitacional, en particular en la zona del núcleo. Mientras Mercurio es más pequeño y sus zonas interiores padecen una compresión notablemente menor. Sin embargo, se supone que el núcleo del planeta azul ocupe la mayoría de su interior y tiene que ser rico en hierro, que es un material con una alta densidad.

Los estudiosos creen que el núcleo del planeta llega a ocupar casi la mitad del entero volumen de su masa, lo que explicaría el notable campo magnético, pero toda esta región resultaría en parte fundida. Fuera del núcleo el manto externo es grueso unos 600 km.

Muchos geólogos defienden la idea de que durante la formación del planeta, un planetesimal chocó contra la superficie original descortezando buena parte del manto y dando lugar a una cobertura externa inferior si comparada a la dimensión del núcleo.

El manto actual del planeta azul sólo mide unos centenares de kilómetros y se pueden notar muchas escarpadas profundas presentes por toda la superficie externa. Como la Luna, la corteza de Mercurio presenta baches profundos debidos a impactos con meteoritos que llegan a medir hasta miles de kilómetros.

Algunos de los cráteres son antiguos, otros más recientes (unos millones de años de edad), y muchos de ellos se caracterizan por tener un pico elevado que, casi siempre, resulta haber sufrido fenómenos de reciente erosión, probablemente por las repentinas diferencias de temperatura que en el mismo día pueden oscilar entre 350° por el día y -170° por la noche.

Como la Luna y otros planetas o satélites Mercurio, a lo largo de su vida, ha experimentado colisiones con meteoritos de grandes dimensiones. Durante estos violentos choques se formaron los numerosos cráteres que hoy vemos y que son causa de la ausencia o reducida atmósfera no capaz de evitar los impactos y de destruir estos objetos celestes.

Se sabe también que Mercurio tuvo una intensa fase volcánica que contribuyó a la formación de planicies lisas que recuerdan, de alguna manera, los mares lunares. Esta tipología de llanuras que se pueden observar son sobre todo las jóvenes. De hecho, se supone que nacieron cuando el flujo de lava escondió para siempre la superficie anterior. Se cree que como consecuencia de las erupciones, el planeta ha experimentado una fase de enfriamento global que, de alguna manera, encogió la superficie de Mercurio hasta la deformación.

En Mercurio incide mucho más que en la Tierra, la fuerza de marea por parte del Sol. Acerca de los cráteres de Mercurio, podemos hablar de la Cuenca de Caloris, una de las depresiones más relevantes del entero Sistema Solar. Este cráter presenta un diámetro de casi 1500 km y antes de la llegada de la Sonda Messenger se creía que éste medía unos 1300 km.

En la superficie del planeta destaca incluso un conjunto de hendiduras estrechas y lisas conocido como el complejo de la Araña. Del otro lado del planeta, se pueden observar las cordilleras del Terreno Extraño. Se cree que estas colinas se formaron como consecuencia del eco de las ondas de choque de la Cuenca Caloris que se transmitieron por toda la superficie del planeta hasta constituir la cordillera del Terreno Extraño.

Generalmente, las temperaturas en Mercurio son muy elevadas, pero a pesar de todo recientes observaciones han propuesto la presencia de hielo en el planeta. Se cree sobre todo que estas reservas de agua se esconden en la parte más profunda de algunos cráteres localizados en los polos, ya que estas zonas reciben menos luz solar. Es siempre una hipótesis de los estudiosos que la presencia del hielo no sea elevada y que pueda medirse alrededor de una tonelada. Se supone que la presencia de agua es debida al impacto del planeta con cometas o que se originó del interior de la crosta.

Observaciones de Mercurio en los siglos

Las primeras poblaciones hábiles en las observaciones fueron sustancialmente tres: los sumerios, los babilonios y los griegos. Los pueblos de la antigua Mesopotamia llamaban a Mercurio como Nabu, es decir, el mensajero de los dioses. En cambio los griegos le dieron dos nombres: Apolo cuando era visible durante la mañana y Hermes en el cielo nocturno.

Las primeras observaciones modernas a través de telescopios tienen que asociarse a Galileo en el siglo XVII. Él se dedicó también a mirar el planeta azul pero no sus fases planetarias, debido a sus instrumentos de estudio básicos. A mitad del siglo XVII, Pierre Gassendi estudió el tránsito de Mercurio delante del Sol, que había predicho el astronomo Kepler.

Durante el siglo XIX, algunos astronomos calcularon erroneaménte el periodo de rotación de Mercurio, dándole una duración de veinticuatro horas. Pero, al final del mismo siglo Giovanni Schiaparelli, después de un atento estudio de la superficie del planeta, propuso un período de rotación más diferente, es decir, ochenta y ocho días aunque no es así.

Hoy en día, las sondas espaciales son las verdaderas protagonistas de los descubrimientos más curiosos. Mariner 10 fue una de las que estudió Mercurio más detalladamente, realizando tres vuelos sobre el planeta. Esta sonda hizo casi diez mil fotos de la superficie y en la mitad de los años setenta acabó con su vida ya que se quedó sin combustible.

En 2004 se lanzó al espacio Messenger que llegó en la órbita de Mercurio en 2011 y efectuó tres sobrevuelos sobre el planeta de 2008 a 2009. Al final de Abril de 2015 la sonda precipitó en la superficie del planeta y decepcionó un poco las expectativas de los estudiosos.

El ultimo proyecto de las sondas prevee una colaboración entre la Agencia Espacial Europea (ESA) y la de Japón (JAXA) que han planeado el lanzamiento en órbita de dos sondas con el objetivo de realizar un estudio más completo de Mercurio. Una de las dos sondas se preocupará de sacar fotos del planeta y la otra analizará su magnetosfera. El comienzo de la misión se ha programado en el verano de 2016 con la llegada a Mercurio prevista en 2024.