El estudio y las tareas de los astronomos

31 Ene 2016

Todos dan por cierto que los que están abonados a una televisión por satélite disponen de una antena, un decodificador y una tarjeta que se inserta en él y que incluye en su interior los códigos necesarios para recibir los canales de todo el planeta.

¿Cómo funciona todo el mecanismo? La señal llega al decodificador por medio de la antena, y mediante los códigos de la tarjeta la señal es ampliada y permite ver en la televisión imágenes y videos provenientes de todo el mundo, como si tuvieramos en nuestra casa una parte de todo nuestro universo.

¿Por qué hemos dicho todo esto? Porque el astronomo hace de una manera similar lo mismo. Es decir, el astronomo mediante su antenas «personalizadas» (telescopios o detectores), coge la luz que llega de los astros como  información principal disponible, dandole la interpretación posible y en fin propone en las revistas los resultados obtenidos que reflejan su visión parcial y sobre todo personal del cosmo.

Pero la historia de esta materia tan fascinante ha vivido etapas diferentes antes de evolucionar de manera tan tecnológica y avanzada como hoy la conocemos. En el pasado, la unica «antena» disponible al hombre era su vista, sus ojos. Sin embargo, este instrumento tan natural y limitado solo permitía ver una escala reducida del espectro electromagnético, con colores captados que iban del violeta al rojo.

A pesar de su limitada capacidad, el ojo humano fue protagonista para la creación de importantes conceptos y teorías fundamentales como la Geometría Euclídea y los principios de otros estudiosos griegos que enunciaron por primera vez la distancia entre la Tierra y la Luna o nuestro planeta y el Sol. Aunque los resultados no eran precisos los principios de estudio y calculación resutaron válidos.

Siglos después, el hombre decidió contar con una «antena» más grande y poderosa que la simple vista, con el utilizo del telescopio. Protagonista de este novedoso instrumento fue el astronomo italiano Galileo que introdujo nuevas concepciones del universo. Se dio cuenta, por ejemplo, que alrededor de algunos planetas había satélites y que nuestro satélite, la Luna, no se mostraba como una esfera lisa y perfecta sino que tenía partes montañosas y llanuras como la Tierra. En fin, observando la Vía Láctea le pareció como una gigantesa agrupación de estrellas y no sólo como una masa confundida de cuerpos celestes.

Pero el ojo seguía teniendo su importancia porque las observaciones todavía se basaban en dibujos o libros con descripciones escritas y cada científico entregaba cierto nivel de subjetividad en lo que leía o afirmaba. Sólo en la mitad del siglo XIX con la invención de la fotografía y algunas teorías sobre la relación entre materia y radiación, los avances científicos fueron suficientes para profundizar el estudio de las estrellas y de los planetas.

Lo mejor del avance tecnológico llegó en el siglo XX, gracias a la llegada de mejores telescopios espaciales, capaces de captar todo el espectro luminoso, abarcando desde los rayos gamma hasta las ondas de radio. Este siglo llevó consigo las teorias de la Física Cuántica junto con la teoría de la Gravitación de Einstein, en las que se siguen basando todas las investigaciones actuales.

Lo que no deja de ser curioso es el misterio de la materia oscura y de la energía oscura que encierra nuestro universo, ya que puede que haya zonas enteras del espacio donde no se verificó el fatídico «hágase la luz» que según muchos estudiosos interesó sólo una parte mínima del entero espacio.

Por lo que se refiere al papel de España en la Astronomía, podemos afirmar que sólo en los últimos treinta años ha alcanzado cierta importancia en el contexto internacional, ya que cuenta con una comunidad de astronomos activa en los proyectos internacionales más relevantes.

La SEA (Sociedad española de Astronomía) acaba de ingresar en el consorcio del Observatorio Europeo Austral, y un buen número de los telescopios más importantes están en el suelo ibérico, en localidades como Calar Alto, Roque de los Muchachos, Teide y Pico Veleta. Además hace pocos años que se han puesto en funcionamiento el Radiotelescopio de Yebes y el mayor telescopio óptico del mundo, el GTC, en la Palma de Gran Canaria.