La revolución copernicana
Nicolás Copérnico fue un astrónomo polaco famoso por haber introducido la teoría heliocéntrica del sistema solar, por primera vez concebida por el astrónomo griego Aristarco de Samos. El estudioso no publicó su obra hasta 1543, año en el que murió. Su obra fue incluida en el Index librorum prohibitorum años después de su muerte.
Nicolás Copérnico: Vida y obra de un revolucionario
Copérnico trabajo durante casi veinticinco años sobre su teoría heliocéntrica que los estudiosos de la época no querían aceptar ya que esto constituía toda una revolución científica. Sin embargo, él no fue sólo un importante astrónomo sino que se consideró un matemático, jurista, clérigo católico, líder militar y economista. Debido a su importancia, en 1935 un cráter lunar llevó su nombre.
Su teoría junto a su defensa de la teoría heliocéntrica no se publicó hasta su muerte ya que muchos de sus libros como los de Galileo formaban parte del Index librorum prohibitorum.
Empezó sus estudios en la Universidad de Cracovia antes de viajar a Italia donde estudió Derecho, Medicina, Griego y Filosofía. En 15oo fue a Roma donde cursó Ciencias y Astronomía, pero un año después volvió a su país como canónigo, cargo que ejerció en la catedral de Frauenburg.
Volvió a Italia después de algunos años para estudiar en Padua Derecho y Medicina pero en 1523 volvió a Polonia ejerciendo Medicina, otros cargos administrativos y dedicándose a su diversión astronómica. Murió en 1543 en Polonia, sólo en 2005 un equipo de estudiosos afirmó de haber encontrado sus restos que fueron analizados confirmando su veracidad.
Copérnico según dicen las fuentes estaba más preocupado por la reacción de la comunidad científica a sus teorías que de como iba a responder el mundo religioso. Estaba convencido de que los movimientos celestes son eternos y circulares y que presentan ciclos, defendía la idea que el Sol representara el centro del universo, teorizaba que son los planetas los que giran alrededor del Sol y que las estrellas son cuerpos que no se mueven y por lo tanto no orbitan alrededor del Sol. Hipotizó que la Tierra presentaba tres movimientos, es decir, la rotación diaria, la rotación anual y la inclinación variable de su eje. En fin, creía que la distancia entre el Sol y la Tierra es mucho menor con respecto a la distancia entre la Tierra y las demás estrellas.
Su obra más importante es «De revolutionibus orbium coelestium» es decir, «Sobre las revoluciones de las esferas celestes», que se publicó después de su muerte en 1543, aunque muchas de las cosas que describe en esta obra ya fueron introducidas en un pequeño libro titulado «De hypothesibus mootum coelestium a se constitutis commentariolus» que resulta muy preciso y rico de informaciones.
Por lo que se refiere a su teoría heliocentrica, en realidad se sabe que ésta fue primero teorizada por Aristarco de Samos, un importante astrónomo griego que Copérnico nunca nombra en su obra. Lo que proponía el astrónomo polaco revolucionaba la teoría hasta entonces difundida de un universo cerrado con el hombre en el centro, en cambio de un cosmos infinito localizado alrededor del Sol.
Copérnico sabía que al publicar sus ideas tendría problemas con la iglesia y desafortunadamente se enfermó y murió antes de la publicación de su obra. En 1539, mientras él trabajaba a su obra llegó a Frombork Georg Joachim Rheticus, un matemático que pronto se convirtió en el pupilo de Copérnico y después de leer su manuscrito envió un resumen de sus teorías a su profesor de astrología en Núremberg.
Este resumen en seguida se convirtió en un libro publicado en 1540 en Dánzig. Animado por sus seguidores por fin Copérnico decidió publicar la primera edición del «De revolutionibus» en 1543, afirmando que si sus teorías astronómicas hubieran sido exactas, éstas podían ayudar a la iglesia en la formación de un calendario más adecuado y exacto.
El trabajo estaba dividido en seis partes: en la primera el astrónomo explica su concepción del mundo e intenta exponer su teoría heliocéntrica; en la segunda parte presenta los argumentos de la astronomía esférica y da una lista de las estrellas; la tercera la dedica a los movimientos aparentes del Sol, en la cuarta describe la Luna y sus movimientos, en la quinta y sexta intenta explicar su nuevo sistema.
La obra de Copérnico se pone como revolucionaria en una época todavía relacionada con el mundo antiguo. Pese a eso, en sus escritos podemos encontrar algunas ideas conservadoras, como el concepto de la circularidad y de la uniformidad, pero vemos también que se pierde la visión teológica del mundo junto al hombre que ya no se encuentra en el centro del universo, sino que es sólo una parte de ello, como cualquier planeta.
Toma importancia la idea de la razón del hombre que le permite participar en el conjunto del universo. La razón humana puede controlar y dominar la naturaleza, el hombre construye a través de su capacidad creencias e hipótesis comparándolas con su entorno, para ver si son verdaderas o no. La obra de Copérnico se define revolucionaria ya que el autor vuelve a discutir todas las ideologías anteriores a las suyas considerando todos sus descubrimientos, como la variabilidad de los movimientos solares y lunares que no se pueden establecer con seguridad, puesto que los círculos que se utilizan eran a veces homocéntricos, excéntricos y epiciclos.
Hacia el final de la obra Copérnico explica que en el pasado las reglas que se utilizaban en astronomía no eran exactas ya que se basaba en principios no seguros y que por lo tanto se hablaba de métodos incompletos. Las teorías de Copérnico a las que se oponen las anteriores a él hacen referencia a la creación de círculos más racionales y que el heliocentrismo no es una premisa sino una conclusión, además rechaza los ecuantes, es decir, los mecanismos que sirven para la contabilización de las variaciones de velocidad en los movimientos de los planetas.
Acepta de cambiar hipótesis defendiendo la idea de que no es el Sol que se mueve sino la Tierra que presenta distintos movimientos como la rotación, la traslación y la declinación que explica los equinoccios. A este propósito plantea la cuestión del centro del universo, afirmando que la Tierra no se encuentra al centro del universo y que no existe un centro único de todas las esferas celestes.
Las esferas que se conocen, según Copérnico, giran en torno al Sol y el Sol se encuentra cerca del centro del universo. Acerca de las estrellas descubre que se sitúan a una distancia mayor de la que se pensaba anteriormente y que todos los movimientos que tienen lugar en la esfera celeste no son realizados por las estrellas sino por la Tierra que se mueve y que en un día cumple una vuelta completa, mientras que las estrellas están inmóviles. Igualmente los aparentes movimientos del Sol no son realizados por él, sino siempre por la Tierra que como los otros planetas giran en torno.
Por lo tanto se ve que el movimiento de la Tierra explica muchas cosas que ocurren en el Universo, intentando eliminar las viejas concepciones de las esferas celestes y de los ecuantes. A pesar de todo, Copérnico no fue el primero que señaló la centralidad del Sol. De hecho, ya Aristarco de Samos ya en la antigua Grecia defendía su idea de que la Tierra y todos los demás planetas giran alrededor del Sol. De todas formas, las teorías más difundidas en su época eran la de Ptolomeo que veían la Tierra quieta y el Sol y los otros planetas girando en torno. Pero, durante sus estudios y observaciones Copérnico encontró algunas fallas en el pensamiento de Ptolomeo y pensó que la Tierra se movía dando una vuelta sobre sí misma en un día y al mismo tiempo girando en torno al Sol.
Las observaciones de Copérnico no contaban con la ayuda del telescopio que en su época todavía no existía. Es probable que él pasara enteras noches a observar los astros en la torre en las montañas donde vivía, siguiendo a leer las obras antiguas y comparándolas con sus cálculos y apuntes. Fue Copérnico quien construyó las bases de la moderna astronomía que fue estudiada sucesivamente por Galilei, Brahe, Kepler y Newton.
Las teorías copernicanas y la Iglesia
La iglesia criticaba a Copérnico por sus ideas revolucionarias, por decir entre otras cosas que la Tierra no se hallaba en el centro del universo. El mismo Galileo que defendía la tesis copernicana fue criticado por su ideología que quedó prohibida. La idea desarrollada por Copérnico y Galileo tomó importancia durante la época de Newton que en el siglo XVII teorizó la ley de gravedad. Hasta Martin Lutero en el siglo XV había acusado a Copérnico de falsedad y de querer subvertir el arte astronómica.
Nuestros antepasados fueron los que querían explicar el movimiento de los cuerpos celestes y el movimiento aparente de los planetas. Según muchos era imposible que unas esferas perfectas no tuvieran un movimiento igual e uniforme. Dos estudiosos como Eudoxo y Calipo utilizaron el sistema de las esferas concéntricas que de todas formas no lograba explicar los movimientos de los planetas. El principio de concentricidad que querían demostrar no era admisible y por eso recurrieron al sistema de los epiciclos que fueron aceptados por la mayoría de los estudiosos.
Las ideas teorizadas por Ptolomeo y otros astrónomos no convencían completamente aunque presentaban algunos rasgos comunes a otras ideologías. Según creía Copérnico no había ningún centro de gravedad de todos los círculos y esferas celestes, y la Tierra no es el centro del universo. Copérnico defendía la idea que todos los planetas giran en torno al Sol y que por este motivo el Sol es el centro del universo. Además, las teorías copernicanas establecían que los movimientos que se ven en el cielo no dependen de él, sino de la rotación de la Tierra y lo que puede ser movimiento del Sol, no lo es ya que proviene siempre del movimiento de la Tierra que gira alrededor del Sol como hace cualquier planeta.
El universo según Copérnico se compone de esferas, la primera es fija y es la de las estrellas la cual las contiene y le da ubicación. El primer planeta es Saturno después del cual se encuentra Jupiter, Marte y la Tierra, por último se ven Venus y Mercurio. Según el orden en el que se ponen los planetas, cada uno presenta una velocidad de rotación diferente, por ejemplo Saturno en su revolución completa dura treinta años, Jupiter doce, Marte dos y medio y la Tierra uno, mientras Venus lleva nueve meses y Mercurio tres.
Nuestro planeta, según decía Copérnico, tiene tres movimientos: el primero forma un grande círculo alrededor del Sol, con este movimiento parece que el Sol se mueva como si la Tierra se encontrara en el centro del universo. El segundo movimiento es la rotación de la Tierra en torno a los polos, debido a esta rotación el entero universo parece girar rapidamente. El tercer movimiento es el del eje terrestre que no resulta ser paralelo al eje de la rotación, pero los dos están en relación ya que forman un ángulo con una porción de la circunferencia de veintitrés grados y medio.
Al comienzo del siglo XVI las leyes de la cosmología anteriores a Copérnico proponían un universo geocéntrico donde la Tierra se encontraba en el centro del universo sin moverse, rodeada por esferas que giraban a su alrededor. Partiendo de la Tierra e yendo hacia el exterior se encontraban la Luna, Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Jupiter, Saturno y por último la esfera que incluía todas las estrellas fijas. Era opinión común pensar que esta esfera era la que generaba los equinoccios. En aquella época resultaba bastante complicado explicar el movimiento aparentemente retrógrado de planetas como Marte, Saturno y Júpiter, ya que el movimiento de estos planetas parecía que se detenía en algunos momentos antes de moverse en sentido contrario.
Los estudiosos de aquella época intentaron explicar aquel fenómeno afirmando que los planetas giraban en un círculo llamado epiciclo cuyo centro giraba en torno a la Tierra, proyectando una trayectoría conocida como deferente. Según Copérnico la Tierra giraba sobre si misma una vez al día, mientras que giraba alrededor del Sol en un año, además de inclinarse sobre su eje durante la rotación. A pesar de eso, Copérnico defendía algunas ideas antiguas como la existencia de esferas que a su vez contenían a los planetas y por último una esfera exterior donde se situaban las estrellas fijas. La teoría que proponía Copérnico, conocida como heliocéntrica describía el aparente movimiento retrógrado de Saturno, Marte y Júpiter y que planetas como Mercurio y Venus no se podían alejar nunca de una cierta distancia del Sol.
Copérnico llevó un nuevo orden de alineación de los planetas que dependía de sus periodos de rotación. El estudioso se dio cuenta que los planetas con un radio de la órbita mayor tardaban más que los demás en dar la vuelta alrededor del Sol. El hecho de que la Tierra se moviera se difundió pero no era fácil creerlo, aunque la idea de Copérnico fue parcialmente aceptada. Copérnico no contaba con muchos seguidores ya que fue objeto de críticas sobre todo por parte de la iglesia, mientras que dos de los seguidores más importantes fueron Galileo y el alemán Kepler.
Mientras que el astrónomo danés Brahe sostenía la idea que la Tierra era estática a diferencia de los otros planetas que giraban alrededor del Sol, éste último giraba alrededor de la Tierra. En el siglo XVII se difunden con éxito las teorías de la fuerza de gravedad de Isaac Newton y muchos estudiosos de Francia, Reino Unido, Paises Bajos y Dinamarca aceptaron las ideologías copernicanas. Mientras que algunos pensadores de otros paises europeos siguieron rechazando a Copérnico durante un siglo más.
A pesar de las críticas que venían de la Iglesia, Copérnico se demostró siempre fiel a las doctrinas católicas. De hecho un tío suyo fue obispo y se ocupó de su formación que comprendía estudios de astronomía y medicina además de la licenciatura en derecho canónico. El intervalo de tiempo que hubo desde la creación de la teoría heliocéntrica hasta su publicación fue bastante largo, probablemente por la reacción negativa que podía tener la Iglesia por sus publicaciones. No faltaron las voces que animaron a Copérnico para la publicación de sus teorías como la del Cardenal de Capua, aunque curiosamente fue el mismo Copérnico a dedicar su trabajo al santísmo señor Pablo III en aquel entonces obispo de Roma.
De hecho, si la publicación de la obra de Copérnico se hubiera presentado como un conjuto de cálculos sin ninguna pretensión de reflejar la realidad, la Iglesia no hubiera puesto algún obstáculo ya que lo que proponía Copérnico desde un punto de vista matemático era más simple que el modelo ptolemaico, con una mayor sencillez en los cálculos. Todo esto, fue explicado por el editor de la obra, Andreas Osiander, en las primeras páginas de la obra donde la cuestión de la verdad sobre las teorías de Copérnico es dejada a los filósofos los cuales probablemente tampoco la descubrirán ya que está reservada a la divinidad. Los astrónomos de aquella época no creyeron a Copérnico hasta el siglo XVII, aparte dos de sus famosos defensores que fueron Kepler y Galileo.